General que en cien batallas vence, nada habrá ganado si la ciento una pierde.
La ingratitud del hombre es tan manifiesta, que rara vez se tienen en cuenta los triunfos y las cosas buenas de una persona; se diría que estamos a la espectativa para ver tropezar o caer a uno, y al punto pregonarlo, olvidando los cien aciertos anteriores.
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